Moses Malone: El ansia
El ansia
Theobald Philips
A pesar de todo el esfuerzo nada ha podido impedir que el balón, disparado por la mano contraria, inicie rotando sobre sí mismo su trayectoria parabólica hacia la canasta.Inmediatamente, mientras el pequeño planeta integra las ecuaciones de velocidad y aceleración a fin de despejar la incógnita de si besar o no la red,un mar de espaldas y codos defensores anega la zona convirtiendo las inmediaciones del aro en una isla desierta a la que,en caso de que el proyectil finalmente no tenga la suficiente fuerza,nadie pueda acercarse. Sin embargo,como si un profeta bíblico hubiera extendido la mano sobre sus aguas, tras la colisión del cuero contra el hierro ese mar parece dividirse y el pesado oso de cara redonda, perlada de sudor, que los defensores habían creído dejar atrás al cerrar el rebote, convertido de repente en un ágil felino -una pantera por el color, un tigre por la contundencia con la que percute la posición-,entra como una exhalación por el camino expedito,adelanta ferozmente con su salto a los que ya habían comenzado a saltar para recoger los restos de la catástrofe, se hace de un zarpazo voraz con el preciado tesoro naranja, cae y, tan rápido que se diría no ha caído aún, con ansia insaciable vuelve a elevarse,una y otra vez, hasta lograr rectificar el destino que la balística no pudo alcanzar, encestando los dos puntos que se escapaban. Y es que da igual el empeño que pongas porque,si tú quieres el rebote, Moses Malone lo quiere más.
La escena descrita puede parecer un panegírico exagerado, pero nada más lejos de la realidad. Para hacernos una idea del tipo de jugador del que hablamos baste decir que,además de ser quien en términos absolutos más rebotes ofensivos ha cogido en la historia de la NBA (6.731), ostenta no solo el récord de este tipo de capturas en una temporada, con 587 (7,20 por partido), sino que suyos son también los tres siguientes mejores registros (573, 558 y 474). Su facilidad para esta faceta era tan pasmosa que muchas lenguas viperinas han llegado incluso a acusarle de fallar sus tiros a propósito, únicamente para engordar estadísticas; lo que podría ser cierto si no tuviéramos en cuenta que los tipos a los que se supone que tan fácilmente tenía que superar con esa treta solían llamarse Kareem Abdul Jabbar, Bill Walton, Robert Parish, ArtisGilmore o, por ejemplo, Jack Sikma, el padre del hoy tinerfeño Luke, a cuyos Sonics les cogió el 11 de febrero de 1982… ¡21 REBOTES OFENSIVOS! en lo que aun a día de hoy sigue siendo el mejor registro individual en un solo partido.
Y es que Moses, desde muy pequeño, lo tuvo claro. Cuenta el entonces entrenador colegial Dick Vitale (posteriormente en banquillos NCAA y NBA y,finalmente, comentarista televisivo) que en un campus de verano, mientras todos los demás chicos se iban a comer,le sorprendió ver que Mo se quedaba en la cancha tirando el balón una y otra vez contra el tablero, entrenando el rebote ofensivo. Cuando asombrado de tan extraño comportamiento, sobre todo contando con que Malone ya era una estrella de highschool, le preguntó por qué lo estaba haciendo, el joven le contestó con su característico murmullo casi ininteligible “coach, tienes que tener el balón antes de tirar”.
No es un truco publicitario, el anuncio se basa en una historia real…
…y la realidad supera a la ficción publicitaria
Pero no solo en el aro contrario ejercía Moses su dominio de los tableros, siendo durante los años de esplendor de su carrera un asiduo de los puestos de honor de la lista de máximos reboteadores totales de la liga e, incluso,liderándola durante cinco temporadas consecutivas (de 80/81 a 84/85), récord que se mantuvo vigente hasta que Dennis Rodman lo rompió con siete. Sí, el loco del pelo a colores le superó, pero tengamos en cuentaque Malone, en los dos años anteriores a su racha, había terminado 1º y 2º en dicha clasificación (es decir, hizo 6 de 7 primeros y un segundo) y que, en la 85/86 no pudo conseguir su sexto entorchado (fue cuarto), pero solo después de que una fractura ósea en la órbita ocular le obligara a terminar la temporada en marzo y, a partir de entonces y hasta su retirada, jugar con aquellas gafas globulares que acentuaron su imagen de vieja gloria y que completaron esa imagen tan característica de Moses tirando los tiros libres.
Al igual que ocurría con el citado Rodman, el dominio de la zona propia que ejercía Moses se completaba con una encomiable actitud defensiva que, apoyada sobre la misma fiereza y agilidad que le ayudaba a limpiar los cristales, hizo de él un taponador consistente y un candidato asiduo a figurar en los Equipos Defensivos de cada temporada, llegando a ser miembro del primero en 1983 y del segundo en 1979. Su inteligencia y conocimiento del juego, además, le hacían robar casi un balón por partido, sin penalizar a su equipo con faltas personales. De hecho, Malone ostenta el record histórico de más partidos consecutivos sin ser expulsado, con 1.212, promediando apenas poco más de dos faltas por encuentro en los diecinueve años que estuvo ejerciendo como jugador NBA.
Pero no hay que pensar que el de Petersburg era un mero especialista defensivo y máquina reboteadora, como el Gusano, sino que estamos hablando de un jugador completo, capaz de promediar más de 20 puntos y 10 rebotes por partido durante once temporadas consecutivas (desde la 78/79, su tercera en la NBA, hasta la 88/89, su decimotercera), teniendo una media durante su carrera de 20,6 puntos. Algo a lo que el amigo de Kim Jong-Un nunca pudo aspirar, Moses estuvo prácticamente hasta los últimos años de su carrera simultaneando su presencia en los puestos de honor de rebotadores y artilleros, siendo uno de los máximos anotadores históricos de la NBA (el 6º, si contamos también sus dos años ABA).
Los recursos de Moses para asaltar el aro rival eran numerosos pues, dotado de un peculiar pero efectivo tiro de media distancia, su sorprendente agilidad y rapidez le permitían jugar de cara, superando en velocidad a otros pívots más altos que no podían contentarse con esperarle en la pintura. No era el jugador más plástico y elegante en las penetraciones pero dominaba perfectamente el esférico y,si la suspensión no era posible, lo ponía en el suelo sin miedo alguno, incluso driblando contrarios, culminando normalmente con un tiro a una mano, frontal o en semigancho.
De espaldas al aro sus movimientos eran de auténtica escuela, aprovechando al máximo su volumen (104 kg.), instinto y,sobre todo, endiablada velocidad para superar a sus pares, con los que normalmente estaba en desventaja de altura (Malone medía unos no excesivos 2,08 cm), consiguiendo o bien canasta, ayudado por gran repertorio de tiros o, en su defecto (o por añadidura), tiros libres. Porque otra de las grandes virtudes de la incansable actividad de Moses en la pintura, ya fuera a través de la ventaja conseguida o por su obsesiva carga del rebote ofensivo, incluso de sus propios tiros, era la facilidad para cobrarse la falta del rival, siendo el segundo jugador de la historia, detrás de Wilt Chamberlain, en tiros intentados desde el 4,60, desde donde tenía un altísimo porcentaje (76,9%).
La rapidez y elegancia de sus movimientos de pívot clásico, haciendo volar a los rivales, son los auténticos precursores de los más conocidos del “bailarín del Cotton Club” quien, en verano de 1982, cuando todavía se le conocía como Akeem y no era titular en la Universidad de Houston, acudió por consejo de su entrenador a los entrenamientos de pretemporada del que por entonces, como estrella de los Rockets, era MVP de la liga. Moses se empleó en el parquet con el joven nigeriano con tal contundencia, que este estuvo en muchos momentos a punto de abandonar pero, al fin, consiguió no solo aprender los fundamentos del juego de pívot sino que, impregnado de la competitividad y ferocidad del de Virginia, en uno de sus últimos partidos pudo por fin arrebatar al maestro un rebote ofensivo y hacer un mate en su cara. Era un anuncio del relevo que estaba por llegar…
Detrás de todos esos números, que le llevaron a ser MVP de tres temporadas (79, 82 y 83) y de una final (83), a ser escogido cuatro veces para el mejor quinteto de la liga y otras tantas para el segundo, y a jugar consecutivamente doce All Stars, se esconde una ética de trabajo incansable de la que valga como ejemplo la anécdota que cuenta su compañero en los Sixers Bobby Jones, mejor sexto hombre de la temporada 82/83 y uno de cuyos apodos, el Secretario de Defensa, muestra a las claras que precisamente no se escaqueaba del trabajo, acerca de la multitud de toallas que tenían que poner debajo de la bicicleta estática para que el sudor del pívot no estropeara el parquet, cuando Malone estaba lesionado y se ponía a hacer piernas en los entrenamientos.Moses siempre estaba ahí, ya fuera entrenando, defendiendo o atacando, y sin necesidad de hacer aspavientos, cuanto más difícil fuera el momento más se sabía que iba a estar para no dejar escapar la victoria (la mayoría de sus estadísticas importantes mejoran sustancialmente en tiempo de playoff). Con su actitud dentro y fuera de la cancha, Moses ejercía en los equipos un liderazgo silencioso, transmitiendo confianza a sus compañeros más con el ejemplo que con palabras.
De hecho,siempre fue un jugador retraído ante la prensa, casi hosco, con ese cerrado acento de Virginia que muchas veces hace difícil entenderle y que ayudó en numerosas ocasiones a caricaturizarle en los medios, siendo quizá una de las causas por las que hoy la consideración hacia su figura no esté a la altura de su importancia y calidad. Es famosa, por ejemplo, su respuesta con un gutural “Fo, fo, fo” (cuatro-cero, cuatro-cero, cuatro-cero) a una pregunta sobre qué esperaba de los playoffs del 83, los que acabaron llevando el título a Philadelphia. Sostiene Moses que fue dicho con toda naturalidad, no como bravuconada o predicción (que además habría fallado, pues fue “fo, fi, fo”, ya que los Bucks consiguieron doblegar a los Sixers en un partido), sino que él solo quiso indicar que había que intentar ganar lo más rápido posible. Pero la importancia de esas sílabas fue sobre todo, como cuenta Bobby Jones, que fueron tomadas por sus compañeros, un equipo de mucha calidad pero que había visto como en las últimas temporadas había sido sobrepasado en los clutch times, como una inyección de moral que les llevó, efectivamente, al título.
Moses Eugene Malone, hijo único nacido el 23 de marzo de 1955, empezó bastante tarde (13 años) en esto del baloncesto, pero tuvo en él un impacto muy temprano, añadiendo a la típica historia de quedarse jugando en los playgrounds hasta bien entrada la noche, a la luz de las farolas, la curiosidad de que sus compañeros, en las “pachangas”, le prohibieron entrar en la zona so pena de no dejarle jugar. En la competición oficial, con Malone en sus filas, el Petersburg High School consiguió una racha de 50 victorias y dos títulos estatales consecutivos, lo que llevó a un peregrinaje de los directores deportivos de las mejores universidades del país hasta la pequeña localidad de Virginia (y a una «sorpresiva» mejora de las notas de Mo en el último semestre, consiguiendo la media necesaria para obtener una beca y haciendo que el gerente de la NCAA declarase que era el proceso de reclutamiento más escandaloso que había visto hasta entonces). La Universidad de Maryland estuvo a punto de conseguir el premio e, incluso, el bueno Moses llegó a matricularse y asistir a clase durante dos días y medio, pero finalmente el joven optó por no seguir estudiando y fichar por los Utah Stars de la ABA (cuyo manager general se dice que había sido mordido por un perro cuando intentó colarse a hurtadillas en la casa de los Malone), siendo el primer jugador de la historia en pasar directamente desde el instituto a los profesionales.
La ABA era la única oportunidad de dar ese vertiginoso salto, ya que la normativa NBA, por aquel entonces, impedía firmar jugadores hasta que hubieran transcurrido cuatro años desde que hubieran finalizado el instituto. En la temporada 74/75, con solo 19 años, apenas 97 kilos y un envidiable pelo afro que le aleja de la avejentada imagen con la que suele recordársele, el rookie se subió hasta los 18,8 puntos y 14,6 rebotes, jugando su primer All Star. El año siguiente, habiendo quebrado los Stars, fue vendido a los Spirits of St. Louis y, perdiéndose muchos partidos por una plaga de lesiones, aun fue capaz de conseguir unos nada despreciables promedios superiores a los 14 puntos y 9 rebotes.
Cuando en 1976 (tras una peripecia legal previa con New Orleans Jazz que sería muy prolijo de explicar) se produjo la fusión de las dos principales ligas profesionales de Estados Unidos, los derechos de Moses correspondieron, vía Dispersal Draft, a los Trail Blazers de Portland que, con la posición de pívot teóricamente bien cubierta con el pelirrojo Bill Walton, los traspasaron a los Buffalo Braves. Tras solo dos partidos en Buffalo, Moses fue objeto de intercambio con Houston Rockets, dando comienzo a su primera época gloriosa como jugador NBA.
Tras un año de tanteo (tanteo para Moses son 13 puntos y 13 rebotes -3º de la liga tras Kareem y Walton- y más de 2 tapones por partido), Malone explotó y empezó a acumular registros individuales estratosféricos, que le convertían en uno de los mejores jugadores de su tiempo, si no el mejor. La franquicia texana, con una plantilla de aliño (Dunleavy, Tomjanovich, Murphy, Lucas…) al rebufo de su pujante pívot, se convirtió en un equipo competitivo que se metía en playoffs e incluso disputaba títulos de Conferencia (primero Este, luego Oeste) pero que, sin embargo, parecía tener un techo de cristal. Hasta el año 1981 en el que, con balance negativo de victorias/derrotas, metidos en playoff por una inesperada derrota de los Warriors en el último partido de la temporada regular, con un equipo avejentado por el que nadie daba un dólar, comenzaron una loca carrera en la que superaron con desventaja de campo todas las eliminatorias hasta plantarse en la final: contra los Lakers de Magic y Jabbar, contra los Spurs de Iceman Gervin y contra otros sorprendentes tapados, los Kansas City Kings. Pero, ¡ay!, en la final esperaban los orgullosos Celtics, con Larry Bird y compañía, y ni siquiera la estrategia de juego a medio campo (Ugly Ball) que tan buenos resultados había dado al entrenador Del Harris en las fases previas, aprovechando al máximo la presencia de Malone, pudo salvar el 4-2.
En su último año en Houston, Moses fue nombrado MVP y consiguió registros absolutamente inalcanzables pero, aun así, no pudo evitar ser eliminado en primera ronda de playoff. Malone vio que con su ansia no bastaba, que necesitaba rodearse de compañeros de calidad que le abrieran las puertas del título. Al mismo tiempo, en Pennsylvania, los Philadelphia 76’ers del Doctor J buscaban también la forma de romper su propio techo mientras se lamían las heridas que Kareem les había infligido en las últimas finales. Como dice el refrán, eran un roto para un descosido, tanto que algunos jugadores de los Sixers como Earl Cureton y Andrew Toney comentaron entre ellos al tener noticia del fichaje “esto se ha acabado, nadie va a poder ganarnos”. No obstante Moses, cuando por fin aterrizó en Philadelphia tras duras negociaciones con los Rockets (era agente restringido y Houston ejercitó su opción), se limitó a decir “este es el equipo del Doctor”. Nuevamente, el center ejercía su liderazgo silencioso y se ponía al trabajo a fin de conseguir para él mismo y para uno de los jugadores más brillantes de la historia, Julius Erving, el anillo que les daba el pase a la gloria. El efecto Moses anuló completamente el efecto Jabbar y llevó a lo Sixers, como rezaban las pancartas (“Moses, take us to the promised land”), hasta la tierra prometida, barriendo a los Lakers en una final donde, dureza mental, los de Philadelphia iban perdiendo al descanso de los cuatro partidos del último “fo”.
Las temporadas 83/84, 84/85 y 85/86 los Sixers, cuya espina dorsal envejecía, siguieron siendo competitivos pero sin poder repetir título. La aportación de Moses continuaba siendo excelente pero,enfrentamientos personales con el dueño de la franquicia unidos a la dificultad de convivencia con otro tipo de estrella emergente como Charles Barkley, hicieron que se perfeccionara lo que, hasta la operación que llevó a Pau Gasol a los Lakers, fue el peor intercambio de jugadores de la historia para una franquicia: Malone fue a Washington Bullets a cambio del ex-barcelonista Jeff Ruland y un jugador llamado Cliff Robinson (no aquel de la cinta que se hizo famoso en Portland). Philadelphia, por un lado, empezó la cuesta abajo que les ha llevado hasta donde están hoy y Moses, por otro, alejado de los grandes mercados, volvió a la amarga experiencia de tener grandes números en una franquicia sin posibilidades, teniendo pocas satisfacciones más allá de vengarse de su antiguo equipo infligiéndoles tres victorias consecutivas (28p/21r, 39p/17r y 27/11r).
Tras dos años en Washington, Malone fue a Atlanta Hawks, donde estuvo tres temporadas intentando infructuosamente ayudar a Dominique Wilkins a conseguir el escurridizo anillo. Los números de Moses, aunque aún notables, ya no eran tan determinantes en una NBA que cambiaba, siendo la temporada 89/90 la primera de las últimas once donde el de Virginia no conseguía una media de al menos 20 puntos (“solo” fueron 18,9) y 10 rebotes. Su posterior paso de dos años por Milwaukee, más dos anecdóticas campañas finales plagadas de lesiones otra vez con Philadelphia y San Antonio Spurs, respectivamente, dieron final con cuarenta años cumplidos a una carrera de más de veinte de profesional, siendo el último de los jugadores de la extinta ABA en retirarse de las canchas. Genio y figura, la última canasta de Moses Malone fue un triple…desde su propio campo.
La despedida del genio
Elegido uno de los cincuenta mejores jugadores de la historia de la NBA en 1996, y entronizado en el Salón de la Fama en 2001, Moses Malone cuenta también con un pequeño hito adicional que no aparece en ningún almanaque. En algún momento de 1985, en plena efervescencia post-olímpica, mi amigo Rodrigo se acercó a este que les escribe, para quien la NBA era todavía algo lejano y desconocido, y le dijo “Moses Malone se ha comido a Olajuwon en el primer partido”. Poniendo cara de enterado para que no se me notara, gané el suficiente tiempo para enterarme de quiénes eran aquellos marcianos de los que me hablaban, especialmente el tipo hambriento que se había comido al otro y, por casualidad, cayó en mis manos el resumen de las finales del 83, enamorándome de una vez y para siempre del ansia insaciable de aquel tremendo número 2 (que increíblemente, a día de hoy, sigue sin estar retirado). Y, de aquellos polvos, vienen estos posts. Va por ti, Moses…
Sí, mejor vean y disfruten…
Ficha Técnica:
MOSES EUGENE MALONE (23/03/1955, Petersburg, Virginia)
High School
Petersburg High School (Virginia), nº 24 (retirado)
Campeón del Distrito Central 1973 y 1974
Campeón de la Región Central 1973 y 1974
Campeón Estatal 1973 y 1974
ABA
Utah Stars, nº 22 (temp. 74/75)
Spirits of St. Louis, nº 13 (temp. 75/76)
Estadísticas por partido:
ABA |
Part. |
Mins |
TC% |
TL% |
Reb Of |
Reb Def |
Reb Tot |
Asist |
Robos |
Tap |
Pérd |
Pers. |
Ptos |
Carrera |
126 |
34,7 |
55,2 |
62,9 |
5,2 |
7,7 |
12,9 |
1,1 |
0,9 |
1,2 |
3,7 |
3,2 |
17,2 |
Playoff |
6 |
39,2 |
63,8 |
66,7 |
7,8 |
9,7 |
17,5 |
1,5 |
0 |
1,5 |
2,2 |
3,5 |
22,7 |
NBA
Buffalo Braves, nº 20 (temp. 76/77, 2 partidos)
Houston Rockets, nº 21 (temp. 76/77) y nº 24 (temp. 77/78 a 81/82, retirado)
Philadelphia 76’ers, nº 2 (temp. 82/83 a 85/86)
Washington Bullets, nº 4 (temp. 86/87 a 87/88)
Atlanta Hawks, nº 2 (temp. (88/89 a 90/91)
Milwaukee Bucks, nº 8 (temp. 91/92 a 92/93)
Philadelphia 76’ers, nº 2 (temp. 93/94)
San Antonio Spurs, nº 2 (temp. 94/95)
Estadísticas por partido:
NBA |
Part. |
Mins |
TC% |
TL% |
Reb Of |
Reb Def |
Reb Tot |
Asist |
Robos |
Tap |
Pérd |
Pers. |
Ptos |
Carrera |
1,329 |
33.9 |
49,1 |
76,9 |
5,10 |
7,10 |
12,2 |
1,4 |
0,82 |
1,30 |
2,86 |
2,30 |
20,6 |
Playoff |
94 |
40,4 |
47,9 |
76,2 |
5,40 |
8,40 |
13,80 |
1,4 |
0,89 |
1,61 |
2,62 |
2,60 |
22,1 |
Honores individuales:
NBA MVP: 1979, 1982, 1983
NBA Finales MVP: 1983
Mejor Quinteto (All-NBA First Team): 1979, 1982, 1983, 1985
Segundo Mejor Quinteto (All-NBA Second Team): 1980, 1981, 1984, 1987
Mejor Quinteto Defensivo (NBA All-Defensive First Team): 1983
Segundo Mejor Quinteto Defensivo (NBA All-Defensive Second Team): 1979
Campeón NBA: 1983 (Philadelphia 76’ers)
Subcampeón NBA: 1981 (Houston Rockets)
Una vez All-Star en la ABA
Doce veces All-Star en la NBA
Designado como uno de los 50 jugadores más grandes de la historia NBA: 1996
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Articulo escrito por Theobaldphilips en twitter: @TheobaldPhilips
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