Gilipo desembarca en Sicilia
Gilipo desembarca en Sicilia
Theobald Philips
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Foto: @RMBasket_VAVEL
“Gilipo, además, parecía venir con mucho ardor desde Lacedemonia” (Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro VII)
Cuenta Tucídides, un tipo curiosamente moderno y ameno para llevar unos dos mil cuatrocientos años muerto que, cuando los siracusanos pidieron a Lacedemonia ayuda frente a la invasión ateniense, los espartanos les enviaron a un solo hombre. Imaginen la cara de los pobres sicilianos cuando, arrinconados tras los muros de su ciudad, con el grueso de las trirremes de Atenas ancladas en el puerto grande de Siracusa impidiéndoles la salida al mar y con la infantería enemiga a punto de cerrar un cerco que les aislaría del resto de la isla por tierra, cuando estaban pensando seriamente en rendirse, les anunciaron que la famosa Esparta les envíaba una expedición tan pequeña que la flota ateniense ni se molestó en interceptar, por considerarla solo un pequeño caso de piratería.
Pero el hombre que venía en aquella mini-expedición era Gilipo, un general espartiata que, aparte de las bromas que nos pueda suscitar sobre lo mal que lo debió pasar en el colegio con ese nombre, se puso al frente del ejército de Siracusa y cambió desde el primer momento el signo de la invasión. De hecho, lo que hasta hacía poco había sido un paseo militar ateniense se convirtió en una de las mayores catástrofes sufridas por el ejército de la polis ática, y en el germen de lo que a la postre sería su derrota en lo que podríamos llamar los dos últimos cuartos de la Guerra del Peloponeso. Sí, el general espartano, un solo hombre, marcó la diferencia. Y no es que Gilipo tuviera superpoderes o algo así; simplemente, llegó y otorgó a lo que por otra parte era ya de por sí un gran ejército, sin duda el más poderoso de todas las ciudades siciliotas, las cualidades que le faltaban para que sus hoplitas pudieran enfrentarse a aquellos que, desde el puerto de El Pireo, habían acudido a sus costas dispuestos a acabar con su supremacía.
A estas alturas, estarán ustedes preguntándose si teclearon bien la dirección de la web en su navegador o, en caso contrario, a qué viene esta digresión histórica y qué relación puede tener con los pívots. Pues bien, el caso es que el último fin de semana del año pasado (es decir, hace unos pocos días), viendo a Ioannis Bourousis jugando primero contra el FIATC Joventut y luego contra el FC Barcelona, no pude menos que acordarme de su antepasado lacedemonio. Evidentemente no se trata de un paralelismo total (empezando porque el pívot es tesalio, no lacedemonio), sino solo de una semejanza en relación con el efecto que el interior griego ha tenido en el tan alabado buen juego del Real Madrid durante este arranque de temporada, cuadrando y completando lo que la escuadra de Laso había apuntado en la anterior hasta hacerla aparentemente -por ahora- invencible. Porque, como Gilipo hizo con el potente ejército de Siracusa cuando desembarcó en Sicilia, parece que Bourousis se ha puesto al frente del Madrid campeón de liga para transformarlo.
En contra de lo que ocurre en muchos artículos sobre baloncesto, no voy ni siquiera a mirar a fondo las estadísticas porque es probable que, si las ponemos en frío sobre la mesa, ni sean espectaculares ni nos digan todo lo que a mi me ha parecido ver y pretendo transmitir. Los únicos números que daré, los que me reconfirmaron en el compromiso hecho a Pivot World de escribir algo para ellos, son los siguientes: contra la Penya, el de Trikala hizo 15 de valoración y +11 en el +/-, con solo 4 puntos. Y digo que solo me reconfirmaron, porque la idea del “efecto Bourousis” en la buena racha blanca es anterior, siendo en ese partido (y luego en el del Barça, para terminar de contrastar) cuando me dediqué a marcar en individual al bueno de Ioannis, para saber si la impresión que tenía era solo fruto de mi conocido e incorregible filohelenismo, o algo cierto y concreto.
A nivel táctico, y acallando muchas dudas que el fichaje había provocado por la posible aversión de Pablo Laso a jugar con interiores (yo el primero, miren si no mis resúmenes de las temporadas 2011/2012[http://www.youtube.
Pero más allá de esos aspectos puramente técnicos, que otros mucho más capacitados que yo, simple aficionado arrumbador de palabras, podrán glosar mejor, lo que Bourousis ha aportado al equipo es…lo siento, tengo que tirar del latiguillo: “intangibles”, “liderazgo”. Si, como digo el viernes aquel del año pasado, y el domingo inmediatamente posterior, me dediqué a perseguir a Bourousis por el campo, y me sorprendieron muchos gestos del griego y el ascendente que tiene en el equipo. Podéis intentarlo, porque es un espectáculo. Por ejemplo, es un jugador que está casi continuamente haciendo gestos para colocar a los compañeros, no limitándose a ponerles el bloqueo sino señalándoselo cuando tienden a encerrase en una esquina, con el balón en una mano y con la otra llamando “anda, tío, sal de ahí y pasa por detrás de mi, que te van a hacer un dos contra uno en la esquina”, o un “aquí está el pasillo por el que me voy a colar, Chacho, ponme la bola”. De forma tranquila, contradiciendo la imagen de gallito que muchos tenían de él cuando desesperaba con la camiseta de, por ejemplo, el Olympiacos (corramos un tupido velo sobre las cosas que habremos oído sobre Bourousis en las gradas y foros blancos…), Ioannis lidera a sus compañeros, junta al grupo, comenta jugadas y fallos tanto en los tiempos muertos per se, como sobre todo en los tiempos muertos virtuales que hay durante los tiros libres, sin salir del parquet.
Sirva como ejemplo el siguiente, que no sé si se vió en la tele. A falta de poco más de un minuto para terminar el Madrid-Barça, cuando este último perdía por 8 puntos, Joey Dorsey cogió un rebote ofensivo y Bourousis le propinó un hachazo tremebundo, que era su cuarta falta. Laso, comprensiblemente nervioso, gritaba y saltaba en la grada abroncando al griego que, serenamente, le hizo un gesto con las manos de tranquilidad y calma, enseñándole la palma de la mano, entrecerrando los ojos y siseando con los labios. Dorsey falló uno de los tiros libres y, las dos jugadas siguientes, fueron un triple y un dos más uno de Bourousis, que mató el partido y enardeció a la grada de Ojos del Tigre y Berserkers. Genio y figura.
Será verdad todo lo que digo o no pero, lo cierto, es que la tendencia a la locura que aquejaba al Real Madrid el año pasado en cuanto el viento no soplaba a favor, en cuanto los caballos no podían trotar, ha desaparecido. La mejor aportación de Bourousis al equipo no ha sido la estadística, sino la de convertirse en un grupo capaz de jugar a dos velocidades; tanto en campo abierto, como bajando a la trinchera. Por eso el domingo, cuando el Barça intentó aplicar la gota malaya de trabar el partido, como en el playoff final, se encontró con la sorpresa de que el Real Madrid le respondía y, sin demasiados problemas, jugaba a su juego mejor que él. Gilipo, el general de los lacedemonios, había reorganizado el ejército de Siracusa.
Carácter Bourosis, carácter griego, carácter ganador (vídeo de @lopezinak)
Articulo escrito por @TheobaldPhilips
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